Esperando el viernes

De todos es conocido que el único día verdaderamente laboral es el miércoles, su pasado y su futuro son equidistantes de un lejano fin de semana. El jueves, sin embargo, es un evento mucho más próximo al descanso y al relajo. Es día de hacer reservaciones y de hacer las actividades necesarias para no perder un instante el viernes. Así que en cierto sentido el jueves es un día de trabajo arduo. El hecho de que no sea de un trabajo remunerado no quiere decir que no sea una jornada de afanes.


Afanes más afables, podría decir, pues no es lo mismo hacer reservaciones para una cabaña al pie de un cálido mar que mandar los 20 correos a las personas de nuestra compañía para que no se olviden de añadir más papel a la fotocopiadora.

El jueves es el día de Júpiter y ese no era un dios de esos pelapapas. Todo lo contrario Júpiter era el dios de los dioses, o como diría mi abuelita el papá de los pollitos y la papa más dorada de la bolsa. Su equivalente griego era Zeuz, más que su equivalente yo diría su doble. Igualmente de apetito sexual insaciable se convirtió en padre de diversas deidades y semi-deidades.

En inglés este día “Thursday” no lleva al jefe de todos los dioses como auspiciador oficial, pero no se queda nada atrás porque el cuarto día de la semana laboral lleva a su nombre a Thor, el increíble y pronto protagonista de un largo metraje, dios del Trueno.

Así que a lo menos el jueves debería de tener la reputación de ser un día poderoso y lleno de vida y no ese día muy cerca del viernes que la mayoría esperamos con ansia. Pero ¿qué puedo decir? Estoy en contra pero la verdad es que los rayos han perdido ese respeto mítico que los atónitos hombres les rendíamos cuando una luz seguida de un estruendo tremendo iluminaban un obscuro cielo nocturno.

Júpiter como planeta tampoco es nada despreciable. Pues es el más grande del sistema solar. Como tal tiene una fuerza de gravedad enorme y en un montón de libros se hace referencia de que sí algún día una nave espacial piensa dejar el sistema solar tendrá que darle unas vueltas al planetota para “agarrar vuelo” (para incrementar la velocidad) y así ahorrar combustible. Creo poco probable que mis ojos lleguen a verlo.

Lo cierto de todo esto es que el día de hoy, como todos los días son un buen lugar para nuestro esfuerzo, para hacer las cosas que no hemos podido hacer. Para ser felices.

Recuerdo una historia de Issac Asimov dónde un detective espacial resuelve un crimen en las lunas de Júpiter que por cierto tiene más de 60. En el lejano año de 1610 Simon Marius les puso nombres muy bonitos: Io, Europa, Calisto, etc. Pero la ciencia que todo lo afea se los quitó en tiempos modernos para convertirlas en Jupiter I, II, III etc. Ahora imagínense a nuestra única y hermosa Luna le pusiéramos Tierra I. No quiero ni pensarlo, pobres poetas y músicos se morirían de tristeza. Yo creo que hasta su luz en las noches más iluminadas se sentiría más opaca. Ya saben ustedes que la luz de la luna es plata etérea. Aún más preocupante ¿Qué sería de Sailor Moon?, ¿Se llamaría Sailor Tierra I? De plano esto ya no tiene ningún sentido.

Disfruten el jueves día tan poderoso como su nombre y como nosotros lo queramos vivir. (¿Juevebes?)

Estamos en contacto.

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