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Mostrando entradas de marzo 6, 2011

Y se movió el piso

No tengo la costumbre de ver ningún noticiario. Todos me parecen una expresión de la nota roja. Quizá porque lo único que queda en nuestra sociedad es la nota roja o quizá (y esta es la teoría que apoyo y creo casi cierta) porque las buenas noticias no venden, la felicidad no es buen producto, no genera polémica. Intento no verlas en la mañana para evitar amargarme el día e intento no verlas por la noche para, peor aún, amargarme el sueño. Sin embargo, es imposible estar incomunicado del mundo, así que leo los principales encabezados de los periódicos por la tarde. Una vez que hube comido y me encuentro en el humor de soportar la tristeza de la guerra y la estupidez de los políticos. Así que nunca estoy al día, mis noticias suelen ser atrasadas pero al menos confirmadas. A pesar de ello hay noticias que te persiguen, y llegan a ti sin buscarlas. Justo cuando llegué al trabajo alguien preguntó si algo había acontecido en Japón. Fue una voz amiga pero lejana la que hizo el cuestionami

Esperando el viernes

De todos es conocido que el único día verdaderamente laboral es el miércoles, su pasado y su futuro son equidistantes de un lejano fin de semana. El jueves, sin embargo, es un evento mucho más próximo al descanso y al relajo. Es día de hacer reservaciones y de hacer las actividades necesarias para no perder un instante el viernes. Así que en cierto sentido el jueves es un día de trabajo arduo. El hecho de que no sea de un trabajo remunerado no quiere decir que no sea una jornada de afanes. Afanes más afables, podría decir, pues no es lo mismo hacer reservaciones para una cabaña al pie de un cálido mar que mandar los 20 correos a las personas de nuestra compañía para que no se olviden de añadir más papel a la fotocopiadora. El jueves es el día de Júpiter y ese no era un dios de esos pelapapas. Todo lo contrario Júpiter era el dios de los dioses, o como diría mi abuelita el papá de los pollitos y la papa más dorada de la bolsa. Su equivalente griego era Zeuz, más que su equivalente

Los signos

Las señales no existen. Hay libros que prometen al lector un panorama detallado, un compendio completo de significados, el esclarecimiento del más grande misterio de la humanidad: las señales en las relaciones sentimentales. Sin embargo no existen dichas señales, al menos no de la manera sutil en la que siempre se han querido presentar. Las mujeres (sea o no su día) son seres complicados. No hay señal que funcione 100% de las veces. Que si dicen “No” en realidad quieren decir “Sí” que si dicen “Sí” en realidad quieren decir “quien sabe”. La realidad nuevamente derrumba las teorías. Lo siento mucho, la mayoría de las mujeres ni siquiera saben bien lo que quieren en todas las ocasiones, tal como los hombres. Para ellas lo fundamental es sentirse queridas y protegidas. Imposible tratar de entenderlas. Y tratar de descifrar un pensamiento que ni incluso ellas entienden del todo, porque cambia de un día a otro. Lo mejor que se puede hacer con las mujeres es intentar hacerles ver que lo l

El día que nacieron todas las flores

Así reza una de las estanzas, de las famosas mañanitas. Canción de incalculable valor tradicional en México cuando nos encontramos frente a un extraño sobreviviente de la narcoviolencia y que por decisión divina (no hay otra explicación lógica) ha cumplido un año más de vida. Dicha canción aclara sin dilación que el día que tú naciste nacieron no una, ni dos, ni tres, sino todas las flores. No importa si el cumpleañero es un individuo procaz y de pésimo genio, no importa si es una mujer que para distraerse arroja electrodomésticos a su indefenso conyugue (ya me imagino que han de pensar que me estoy proyectando pero no, ni se les ocurra, no hay fiera en mi jaula) o una chica como Teresa (una especie de femme fatal región cuatro, ojalá que no me lean las fans de Teresa). Todo cumpleañero se lo cree. El día de su nacimiento cantaron los ruiseñores (¿alguno de ustedes alguna vez ha escuchado cantar un ruiseñor? Peor aún ¿saben lo que es un ruiseñor?) que son avechuchas canoras cuyas hermo

El Artista

Una amiga mía tenía serios problemas con la película de El Pianista (Polanski, 2002). Curiosamente sus quejas no eran ni argumentales ni estéticas, esta película tiene mínimos fallos en cualquiera de ellos valdría aclarar. Su amargo descontento era a causa del nombre mismo de la cinta. Para ella, que siempre se ha caracterizado por blandir una lógica aplastante, era tonto que la película se llamara el Pianista porque nada tenía que ver este hecho con la cinta. Fueron vanos mis intentos en hacerle ver que se llamó así porque era esa la profesión del protagonista de la cinta. Y fue gracias a la fama que tuvo por dicha profesión que pudo encontrar la poca ayuda que recibió. Habrá que aclarar que la mínima ayuda en un momento desesperación es siempre una inmensa ayuda. A mi amiga sin embargo, estas razones por más validas que me parecieran a mí y a el señor Roman Polanski, no pudieron ablandarle el corazón y contra argumentaba diciendo que para que la cinta fuera digna de dicho título d