El desprecio por la rutina

Hay muchas personas que huyen de la rutina. Nada más triste y cansado que hacer vez tras vez lo mismo. Sin embargo quienes piensan esto pasan por alto un elemento indispensable de la tan vilipendiada rutina, esto es, que es un fruto de la constancia. Y por su parte la constancia es un elemento indispensable para el avance del ser humano en todos sus aspectos.


Repetir y repetir las cosas muchísimas veces nos hace adquirir habilidad en ellas, la constancia también mueve montañas.

Hay una fábula muy interesante al respecto escrita por ahí de los siglos III y IV antes de nuestra era (así que ustedes digan es un estreno pues no) en China que viene mucho a cuento, se llama: "De cómo el Tonto movió las montañas" y habla de una persona de avanzada edad quien para llegar al poblado más cercano tenía que rodear dos enormes montañas. Este anciano un buen día, cansado de tanto rodeo, decidió que no lo haría más y decidió mover las montañas.

Este hombre a quien apodaban El Tonto no hizo un estudio de impacto ambiental y tampoco pensó dos veces a dónde iba a mover las montañas, a uno de sus hijos se le ocurrió llevarlas al mar y al mar se fueron. Pero en un mundo dónde la mayor contaminación del hombre era una primitiva industria creo que el estudio no era requisito indispensable. Así que El Tonto junto con sus hijos, sus nietos y el hijo de una viuda se lanzaron a la tarea de mover las montañas.

Ahora no vayan ustedes a pensar que estamos hablando de un bulto de arena y grava que habían dejado por ahí unos albañiles sino de unas montañas de 350 kilómetros de circunferencia y 2.5 kilómetros de altura. Debido al tamaño de la tarea un hombre a quién apodaban El Sabio le dijo al Tonto que estaba haciendo gala de su apodo y que debido a su avanzada edad no iba a poder hacer ni ver terminada dicha obra. El Tonto entonces le contesto que sus hijos, y los hijos de sus hijos seguirían la labor y que con el tiempo, debido a que las montañas no crecerían (habrá que preguntarle a un geólogo eso), algún día las terminarían de mover. El Sabio no dijo más pues El Tonto puso en marcha una virtud que puede convertir a tontos en sabios: la constancia.

Este hombre algún día podría realizar algo que parecía imposible gracias a la constancia, gracias a la rutina de todos los días ir por unas rocas de las montañas y llevarlas hacía el mar, día a día, mes con mes, año con año, hasta que las inmutables masas geológicas fueran transportadas. Así precisamente ha sido con todas las obras de la humanidad. Son necesarios esfuerzos cotidianos, constantes a lo largo de mucho tiempo para modificar el mundo, esto sucede en la sociedad humana, y también en las obras materiales.

Las grandes dictaduras, incluso aquellas que parecían eternas, fueron derrumbadas porque hombre tras hombre movieron una roca para llevarla hacía el mar. Lo mismo se puede decir de las pirámides de Egipto y de la Gran Muralla China.

Quien desprecie a la constancia, a la rutina, desprecia la mayor influencia que pueden dejar los hombres a otros hombres en el futuro. Porque las grandes obras necesitan inexorablemente mucho tiempo y el vehículo del hombre en el tiempo es la constancia y la constancia se da por la rutina.

Habrá quien diga que en ocasiones es muy bueno romper la rutina. Muy cierto, pero para romperla primero hay que tenerla.

Así que cuando escuchen a alguien que diga que no le gusta la rutina recuerden a un Tonto que nada más por eso movió montañas.

Estamos en contacto.

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