La sinergia, o Saint Seiya y el mundo laboral

Cuando Seiya (Saint Seiya, 1986) se encuentra sin ninguno de sus 7, 8, 9 ó 10 sentidos y lo único que tiene es su conciencia y el apoyo de sus compañeros, y aún así logra vencer al personaje invencible (de preferencia inmortal y sin ningún respeto por los humanos simples), casi todos ponemos cara de asombro y le rogamos a Kurumada que por favor ya no haga series tan falsas.



Creo que todos concordamos en que lo que hace el Caballero de Pegaso es una tontería digna de las más simples imaginaciones, sin embargo, muy secretamente no deja de motivarnos.


La semana pasada, encontrábame yo completamente abatido frente a mi computadora en el changarro (empresa pequeña de poco prestigio) dónde laboro, pensando que hacer en las 7 horas que me faltaban para salir. No vayan ustedes a pensar que esto es cosa de diario; el que me siente como zombie a pensar en el complejo problema de si Bob Esponja es gay, quiero decir; sin embargo de un tiempo para acá las ganas de no trabajar se me habían estado acumulando.


Como a todo buen mexicano me sacó de mi letargo; no una güera que me quiere sonsacar, como suele acontecer; sino una urgencia de trabajo. Como siempre en estos casos me apresuré a encontrar a alguien a quién echarle la culpa y puse una orden de trabajo super urgente.


Ustedes sabrán que las órdenes de trabajo por más sencillas que sean tienen que pasar por las manos de múltiples personas quienes poco a poco van añadiendo elementos tan valiosos como la aprobación de la pre-aprobación de la orden de trabajo.


Así pues, comencé a llamar a los eslabones de la cadena para crucificar al que se detuviera de más y a ese pobre individuo cargarle mi muerto y el de todos los demás.


Pero la dice la frase “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida” y a cada monito que llamaba para dejarle caer el rigor de su incompetencia me decía con voz sorprendida que la orden de trabajo ya no se encontraba con él sino en el paso siguiente. Después de hacer 5 llamadas me convencí de que el proceso era más rápido que yo. Me quedé sin habla.


De manera subconsciente comencé a sentir un respeto, poco natural en mí, por estas personas tan comprometidas en su trabajo, eficientes y de buena disposición. La urgencia que empecé muy probablemente se completaría a tiempo con muy poca ayuda de mi parte (esto último sí es muy común), pero el sentirme parte de un grupo de personas con tanta ganas de trabajar, ahuyentó mi letargo.


Al contemplar lo acontecido, comprendí entonces al Pegaso y a los caballeros que lo siguen fielmente y me puse a escribir estas líneas. Digo, para ponerme a trabajar tendría que haber comprendido a Rei Anayami o a Faye Valentine en traje de baño, mínimo.

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