Kurozuka (Cal. 8)

La historia comienza en algún tiempo remoto dónde la magia y el misterio aún viven en el bosque del Japón antiguo. En un tiempo aún habitado mujeres enigmáticas de miradas tristes y propuestas incomprensibles. Es ahí donde el príncipe Kuro y su fiel amigo Benkei huyen de unos seres extraños que pretenden asesinarlos para que el hermano de Kuro pueda usurpar el trono.


Muertos de cansancio y hambre y con Kuro enfermo llegarán a la casa de Kuromitsu (hermosa doncella misteriosa) quién les permitirá quedarse siempre y cuando no entren al cuarto que se encuentra al fondo de su casa. ¡Qué condición tan sencilla! Dicen ambos. Desde ese momento sabemos que alguno habrá de romperla. Por supuesto el príncipe se enamora de Kuromitsu y de este amor en apariencia sincero surgirán las más extrañas acciones que terminaran con Kuro despertando en un bosque ¡cientos de años en el futuro! Con el único pensamiento de reencontrarse con su amada y con recuerdos fracturados de un montón de vidas con ella. Es el amor lo que le da fuerza y sentido, esas promesas de en forma de ideas ideas que de manera frecuente aparecen en su conciencia.

Pero el mundo es muy diferente y también muy similar a los que mínimante recuerda Kuro. Así que inicia su búsqueda desde la nada, con solo un sentimiento como motor. Esta historia basada en una novela de Baku Yumemakura bien podría ser la reelaboración de una leyenda melancólica. Y sin embargo está tan llena de sangre y acción que también nos remite al cyber punk más visceral.

Sin embargo también se puede ver a Kurozuka como un discurso atípico sobre el amor ciego, que también puede llamarse obsesión, y sobre la pasión de los ignorantes. Un recordatorio del papel preponderante que debería de tener la historia en la vida humana y como su despreció nos lleva a la estupidez. Y desde este punto de vista me parece que su ambición es mucho más grande de lo que podría parecer en un principio, mucho más grande que las escenas de acción que estoy seguro que serán deleite de muchos. Que la sangre a raudales que atraerá a varios más. Que la trama de conspiración que siempre obliga a concentrarnos. Que los monstros como manifestaciones de nuestros propios deseos insensatos.

Es un gran logro de esta serie el mostrarnos como nuestras acciones diarias; que podrían parecer lógicas, nobles o hasta épicas; a la luz del inmisericorde escrutinio de la historia pueden ser insensateces o plenas tonterías. Quizá lo criticable de la serie es que el mensaje se encuentra rudamente escondido, invisible salvo que seamos capaces, una vez finalizada, de verla en una obligada lejanía. Así como no podemos conocer la forma del puente que cruzamos hasta que nos encontramos distanciados de él. El mensaje se encuentra tan oculto que creemos que la serie se trata de muertos, batallas, engaños y pasiones hasta el último momento. Y solo semanas después del ver el final, verdaderamente la entendemos.

Tetsuo Araki (Death Note, 2006), nos muestra las primicias de sus elaboradísimas secuencias de persecución en donde todo lo emocionante es posible y que sin duda se van a volver en su carta de presentación. Nos entrega también una historia realizada en forma muy llamativa y en dónde el final se esconde hasta el último capítulo. Repleta de flash backs que muy poco a poco van haciendo sentido, pues Araki sabe administrarlos de manera efectiva para crear la confusión que se extiende por cada uno de los episodios sin perder el aire triste (como de bellos recuerdos olvidados) que flota por la trama.

El mensaje de la serie es tan importante ojalá la hubieran despojado de la caudalosa violencia porque como el mismo Araki propone visualmente en la parte final: lo importante no es el vehículo sino la persecución.

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