El paso imposible (cuarta parte)

--Su relación era tan buena que realmente no necesitaban decirse que fueran pareja para saber que lo eran. Felipe estaba consciente de esto y por lo tanto no tomó ningún paso con Meg hasta que algo alteró su relación con Olivia.—

¿Qué tanto se puede saber de alguien sin siquiera conocerle? Felipe se puso a investigar sobre Mag en la red. Participó en algunas obras a nivel nacional, fue finalista en algunos premios a nivel regional, pero curiosamente también encontró un artículo que ella escribió para la sección deportiva de un periódico local. ¿Qué quería decir todo esto? ¿Eran pruebas inequívocas de su carácter o simplemente algunas actividades que desempeño de niña? También la encontró entre la lista de los alumnos aceptados a la mejor universidad del estado, no solo era carísima sino exigente. Una de las pocas universidades altamente reconocidas a nivel nacional e internacional. Mag no solo era una bella ballerina destacada sino también muy rica o muy inteligente o, en el peor de los casos, ambos.

Durante ese largo mes de su primer curso, Felipe conoció la desesperación de estar junto a alguien a quien quieres conocer pero con no puedes entablar ninguna relación fuera de la instructor-aprendiz que tenían. El chico sabía que si la hacía su amiga tendría que decírselo a Olivia, y a esta última no le iba a ser mucha gracia. Importaba poco que fueran novios o no, en casi todos los aspectos se comportaban como si lo fueran, la excepción, para una cierta desesperación de Felipe, era en los asuntos físicos. NI siquiera se tomaban de la mano y en muchas ocasiones verdaderamente no importaba. A Felipe le encantaba la honestidad desesperada de Olivia, sus historias comunes pero llenas de una vida infinita, la tristeza que siempre llevaba a cuestas, incluso cuando fueron más felices conversando. Desafortunadamente Olivia sentía celos de cualquier chica que por alguna razón cruzara el camino de Felipe, en algunas ocasiones incluso la pequeña Marina estuvo en su radar. Pero era difícil tener algún sentimiento negativo por la niña. Marina era simplemente adorable y si Felipe hubiera sabido de dichos pensamientos seguramente su amistad hubiera terminado en ese instante.

Cuando algún amigo cercano le preguntaba a al chico cuál era su relación con Olivia, el contestaba que eran “novios sin derechos” y no daba más explicaciones, la respuesta generalmente dejaba con más dudas que respuestas. De cualquier forma todos en el círculo de Felipe conocían a la hermosa muchacha del cabello rizado y a todos les agradaba. Esa tristeza que solo desplegaba frente a Felipe era una tormenta de alegría y buena voluntad en frente de las demás personas. No había cumpleaños que no festejara, aniversario que no recordara ni problema que no resolviera. Este animo exterior tan maravillosa también la hacían merecedora de las más extrañas envidias, pero ella se las tomaba con filosofía.

Felipe realmente no conocía a Meg. Ingresó a su Facebook pero estaba bloqueado y no se animó a solicitar el acceso de amigo. Simplemente no podía ser su amigo. Aún así se hizo una imagen que encontró en un sitio de un festival de danza y la veía de vez en vez cuando trabajaba en la computadora. Ahí Mag aparecía con unos aretes dorados enormes de forma triangular que al final enmarcaban una sonrisa amplia que empequeñecía sus bellísimos ojos coronados por unas cejas recortadas de manera un poco extraña. Su cabello entre peinado y despeinado le daba al conjunto un toque formalmente fresco.

El primer curso de cuatro semanas terminó y Felipe estaba listo para el siguiente sin ninguna duda se inscribió por adelantado y sus papás no pudieron sino admirarse de la asistencia perfecta que no había repercutido en sus calificaciones, en la universidad, las cuales siempre habían sido muy buenas.

Un día, casi a la mitad del segundo curso, llamó a su cuarto a Marina, quien llego corriendo y le preguntó lo que quería. Felipe se levanto e hizo un par de pasos de ballet y le preguntó a la mini experta cómo lo veía. –Todavía tienes mucho que aprender- le dijo en tono muy serio, y pasaron esa y muchas otras tardes en los meses que siguieron platicando del tema y viendo puestas en escena clásicas. La niña hablaba como una profesora aunque a la mitad de la cátedra se enojaba porque Felipe tomaba de sus golosinas.

Y cerca de ese día, cuando la relación dancística de los hermanos comenzaba, Olivia, con una media sonrisa, le comunicó a Felipe que en unas semanas se iría de la ciudad. Ese día todo cambió.

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