Nuestro propio ombligo

Ignoro cual vaya a ser el resultado de todo esto. Lo ignoro porque mi física básica me da para entender algunas cosas pero no el detalle de diseño de una central nuclear de generación de energía ni la mecánica cuántica de la fisión de las barras de uranio. También lo ignoro porque la información que poco a poco se ha filtrado es contradictoria y lo que dice cualquier gobierno es siempre sujeto de sospechas, mucho más lo que dice una empresa privada, por más japonesa que sea.


Lo que recuerdo muy bien es una tarde en la preparatoria. Mi escuela trataba de mostrarnos nuestras opciones académicas cuando termináramos nuestra educación media superior. Como parte de ese ciclo de visitas y pláticas recibimos algunas personas de Laguna Verde, que es así como se llama la primera y única planta nuclear de México. Recuerdo bastante bien la explicación de las personas que fueron y que más o menos nos ofrecían un trajo ahí. Nos mostraron que la central era bastante segura y hablaron de al menos tres barreras de contención. En pocas palabras, pasara lo que pasara no habría ningún daño. En aquel entonces no levante la mano. Ni ellos iban a decirme la verdad, ni quería ponerlos en ridículo frente a un auditorio lleno. Así que me quedé con mis preguntas que, a decir verdad no eran tales, eran certidumbres. La primera que el combustible nuclear (esas famosas barras de uranio) una vez que acababa su vida útil era puestas en un depósito de agua. Han ustedes de saber que aún cuando el combustible se “acaba” todavía emite radiación y lo hará por muchos años más. ¿Quién se iba a hacer cargo de que se cuidara dicho desecho y de que no contaminara todo lo que lo rodea? La respuesta era sencilla. Nadie. Así que incluso una planta nuclear que funcionara correctamente iba a ser dañina, tarde que temprano para la población.

Mi segunda pregunta ¿qué pasaría si todas las medidas de seguridad fallaran? No quiero conocer la respuesta. El problema de la radiación es que no se debe escapar ¿Cómo pueden detener lo que se ve? Cuando el material radiactivo es expuesto, es decir llegue al aire libre, la radiación será como una nube de gas venenoso y cualquier que este en contacto con ella morirá. Si el reactor se fusiona eso quiere decir que las “barreras” que nos separan del uranio se unirán al uranio y no habrá nada que contenga la nube de radiación y flotará no solo por Japón sino por todo el mundo, por supuesto con distinto grado de intensidad.

Si lo mejor sucede (y rezamos porque esto sea la realidad) la radiación dispersada será mínima, pero aún así afectará la vida. Y tenemos que ponernos a pensar sobre la utilización de una energía tan peligrosa. Ahí tenemos el viento, el sol, el hidrógeno elementos vastos y que implican menos riesgo para todos.

¿Nosotros que podemos hacer? Además de ayudar económicamente a Japón podemos alzar la voz en nuestros países. Ahorrar energía. Aprender de los errores que parecían no ser errores. La solución no es crear más mecanismos de seguridad, pues hasta el sistema más seguro puede fallar. Lo mejor es construir cosas simples y eficientes. Las más sencillas creaciones humanas todavía se encuentran en pie después de millones de años: las pirámides de Egipto, la muralla china, Stonehenge.

Pase lo que pase ante la tragedia que se extiende en el país del Sol Naciente, todos tenemos que cuestionarnos sobre la vida que llevamos hoy. Cientos de personas tomaron el tren un día por la mañana para ir al trabajo, como tantos otros días, esas personas nunca llegarían a ningún otro lado. ¿Estamos listos para que algo así nos pase?

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