El paso imposible (tercera parte)

Felipe no tenía ninguna aptitud para el ballet. Solo dos veces lo vi practicar. Hablaré de la primera. Era una de sus clases iniciales, aunque era delgado parecía obvio que no tenía la suficiente fuerza en las piernas mucho menos en el abdomen. La mayoría de las personas piensan que los bailarines no necesitan demasiada fuerza solo mucha gracia. Sin embargo los verdaderos artistas necesitan ambas. Es indispensable tener una gran fuerza para parecer grácil, si no se tiene, aunque se tenga todo el estilo del mundo, el prospecto a bailarín se moverá igual que un elefante.


Felipe desafortunadamente no tenía fuerza y muy para su perjuicio tampoco tenía gracia. Sin embargo lo que sí tenía eran muchas ganas de aprender y sobre todo ganas de estar con Mag. Podía verse claramente como el chico se esforzaba a lo máximo de sus capacidades para no parecer del todo ridículo ante la instructora quien lo trataba con la paciencia y con el cariño propio de una maestra quien enseña a un niño un poco despistado. Felipe sabía que esa era la situación pero personalmente le encantaba cuando Meg tocaba su mano para llevar al brazo a la posición correcta o movía la pierna del chico para que entendiera la secuencia correcta del movimiento.

Aunque Felipe era bastante normal nunca puso su higiene personal en primer lugar. Preocupado siempre en cosas de la escuela pensaba que con estar más o menos bañado y con el cabello razonablemente largo era más que suficiente para asegurarse un sitio, no muy preponderante por cierto, en la sociedad. Sin embargo desde que empezó a tomar las clases se bañaba y perfumaba antes de salir de casa, lo cual puso a su papá y a su mamá sobre aviso. Un chico normal no se baña antes de ir a hacer ejercicio.

Muy tranquilamente y con una capacidad que solo los padres experimentados pueden ejercer colocaron a Marina en el papel de inocente espía. La misión era muy sencilla, simplemente asegurarse de que Felipe no se estuviera viendo con ningún “amigo”. No los puedo culpar, desafortunadamente el ballet masculino no es un lugar muy popular para los heterosexuales. Los preocupados papás sabían que si el chico estaba interesando en una mujer tarde o temprano ellos la conocerían y en caso de ser necesario lidiarían con el problema a su tiempo. Pero si se trataba de un “amigo” no se enterarían hasta que fuera demasiado tarde.

La respuesta de Marina los tranquilizó. No había chico alguno a varios metros de distancia de Felipe. Una vez cumplida la misión con un éxito rotundo sus padres dejaron que las cosas siguieran su curso, cualquiera que este fuera.

Con el tiempo me enteré que durante este mismo periodo Felipe tenía una amiga muy cercana. Olivia nunca fue, ni sería su novia. Pero al chico le gustaba su compañía y juntos compartían muchas cosas. Estoy seguro que él pensaba que si algún día volvía a tener una novia seguramente sería ella. No es que no le gustará, Olivia era una mujer hermosa de piel morena y un cabello rizado negrísimo, era simplemente que a pesar de todas las cosas que compartían la sentía muy lejana. Ella tenía mucho dinero, profesaba otra religión y de alguna forma estaba vinculada a otro chico del que casi nunca hablaba. Así que aunque en la escuela parecían llevarse bien Felipe calculaba (muy posiblemente de manera equivocada) que su relación no duraría ni cinco minutos en la vida real. Por lo tanto se contentaba con platicar con ella entre clases, comer juntos de vez en cuando y en unas pocas ocasiones salir a pasear. Su relación era tan buena que realmente no necesitaban decirse que fueran pareja para saber que lo eran. Felipe estaba consciente de esto y por lo tanto no tomó ningún paso con Meg hasta que algo alteró su relación con Olivia.

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