La picazón de la animación y el manga (Breve recuento de Adachi)

A veces las cosas no van como uno quiere. El mundo es de naturaleza amorosa, pero en ocasiones la gente se encarga picarle el ombligo, y el mundo, llámese ese conglomerado ficticio que llamamos los otros, llámese las fuerzas naturales, que en inglés se les dice actos de Dios, llámese las circunstancias de la vida, el mundo pues, responde.



En lo personal cuando las cosas no van como quiero, me encierro en mi cuarto a ver animé o a leer, claro que tampoco necesito un pretexto de vasta profundidad para hacerlo, de hecho lo hago a la menor provocación, pero confieso que cuando las cosas van mal, me enfrasco en una verdadera competencia de resistencia. No resistencia mental, porque una vez que me intereso en un animé es muy difícil que lo deje y que aprenda todo lo que hay que aprender de él, sino de resistencia física y resistencia social.


En ocasiones cuando las cosas no van bien y por encima de todo no puedo encontrar una obra que me interese, y a decir verdad cada vez me vuelvo más quisquilloso para entregar sin miramientos lo que considero mi cada vez más escaso tiempo, las cosas son todavía peor.


En esta última temporada en dónde me aquejan las preocupaciones propias de una bendecida sociedad que ya no se preocupa por alimento, ni por salud. Dónde las preocupaciones son cuestiones de autorrealización y gracias a Dios no cuestiones irrevocables ni físicas. Aquí, decía, me he enfrascado en las obras menos populares del maestro Mitsuru Adachi. Sus soberbias obras como Cross Game (para mí la mejor 2005-2010) y Touch (1981-1986) son conocidas por la mayoría pero el maestro tiene otros mangas de menor duración y temáticas diversas que le han ayudado a hacer sus obras de más aliento o bien son historias cortas que se sustentan por sí mismas.


Antes de esto me adentré a Macross Frontier, con resultados mezclados, y ahora con las obras más desconocidas de Adachi, los resultados también son discordantes. Y es que la belleza y la fealdad, según mi teoría (que seguramente ya alguien la ha de haber postulado y seguramente mejor) se van alternando capa a capa. Es decir, ustedes pueden ver a una chica muy bonita de lejos, una capa, cuando se acercan para verla se dan cuenta que tiene ciertas imperfecciones (otra capa), cuando la empiezan a tratar se dan cuenta que su carácter la hace más bonita (otra capa) cuando la siguen tratando se dan cuenta que también tiene defectos (otra capa) y así sucesivamente. Todo visto de cerca es bonito, si nos acercamos más tiene defectos, si nos acercamos todavía más vuelve a ser bonito y esto también es válido en sentido contrario.


Decía pues que acercándome más al Maestro Adachi me doy cuenta que su narrativa en ciertas obras tiene defectos, pero vistas de cerca esas obras también tienen su encanto. A mí me gustaron sobre todo Hiatari Ryoko (1979-1981), que es una historia de una chica de novio ausente que de repente se encuentra enamorada del chico presente (muy parecido a la historia verdadera de una amiga) y Jinbe (1992-1997) una historia altamente peligrosa del maestro Adachi que raya en el incesto, pero que, tengo que confesarlo, es solventada de una manera digna, a excepción del último capítulo, en donde se rinde al lugar común pero que remata con el mejor final que le conozco. Esta historia, por cierto, es muy parecida a una que conozco en la vida real. Hay otras dos: Slow Step (1986-1991), dónde se aventura a ponerse en la mente de una chica, con los resultados previsibles e Itsumo Misora (2000-2001) dónde abandona el mundo escolar “real” para adentrarse a una magia cotidiana, con los resultados previsibles. Y es que se le agrade a Adachi el intento, pero ni la mente femenina ni la fantasía son lo suyo y por supuesto cuando escribo “resultados previsibles” quiero decir de medianos a malos.


Su más reciente obra Q&A sigue por este rumbo fantástico, supongo que los Maestros también necesitan tiempo de relajación, yo diría que no se relajara tanto, no hay que ser.

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