La debilidad de la costumbre

Después de algunos días de no asistir a mi lugar de trabajo, hoy vuelvo semi dormido y en estado francamente patético. Hagan de cuenta que escribe esto una rama con un dedo. Solo hace algunos días que no venía a la oficina. Por supuesto esto no significa que no he estado trabajando. Y estando de regreso me domina una pesadez abrumadora y una velocidad mental que no le gana a un caracol arrastrándose sobre cinta adhesiva.


La costumbre puede ser una fuerza demoledora, capaz de mantener matrimonios unidos por muchos años, pero en mi caso se revela como una fuerza bastante endeble que se desmorona a las primeras de cambio. Me siento en mi silla y me cansa, escribo en mi teclado y se me hace lento. Veo la pantalla y la siento lejana, igual que mis pensamientos laborales. Mejor escribo algo para mis amigos de Mcanimeradio en lugar de hacer las mil y un cosas que tengo pendientes y por las cuales puedo ser severamente reprendido.

Una amiga me escribe desde lejos. Con una simple frase despierta, aunque sea solo brevemente, mi anquilosada curiosidad. Ella es la muestra de lo distinto que pueden ser las vidas. Ella es una orgullosa matrona de una populosa tribu y yo escribo para Mcanimeradio cuando debería de ocuparme de otras cosas menos divertidas pero más lucrativas. En un punto fuimos compañeros laborales y nuestras circunstancias no eran muy distintas sin embargo, hoy por hoy, nos encontramos en lugares muy distintos.

Es cierto que la red laboral no ayuda mucho. Por el frio, por el calor, por el clima templado o por lo que sea funciona y de pronto deja de funcionar. Claro, sin previo aviso.

En algunas ocasiones culpo de este estado a mis decisiones del día anterior. Me duermo tarde por estar haciendo o viendo algo que en ese momento parece lo más importante de todo el universo y así, al otro día por la mañana, no encuentro ni entiendo nada. Navego con piloto automático y quizá no despierte en todo el día. Sin embargo anoche creo que me dormí a una hora prudente, no debería de sentir este estupor, o por lo menos no por esa causa.

Se me hizo buena idea poner mi disco de Arrietty , que siempre es buena idea poner porque Cecile Corbel es una buena compositora de música bretona. Si alguna vez escucharon la música que cantaban en tiempos de Robin Hood, pues esa es la música bretona. Arpa, voces, mandolina (o algo parecido) y percusiones básicas además de instrumentos de viento. Música medieval, vaya. La Corbel es una muchachita de cara ovalada, pómulos prominentes y un largo cabello rojo y ondulado. Tal cual se imaginan a una muchacha habitante de los bosques de Robin Hood, los bosques de Sharewood.

Claro, la Corbel era mundialmente desconocida hasta que el maestro Miyazaki dijo: esta canción me gusta para Arrietty y de pronto todo mundo voltea a ver a esta chica que no compone nada mal sin embargo, como sucede con toda la música medieval, en algún punto se vuelve repetitiva.

Lo que pasó con Corbel es una prueba de autoestima. Si ustedes creen en algo (lo que sea) no tengan temor de mostrarlo y enviarlo a quién pueda evaluarlo. Cecile mandó una canción a Ghibli y se convirtió en una intérprete mundialmente famosa. A ustedes les puede pasar lo mismo simplemente deben de tener confianza en ustedes mismos.

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