Eureka 7 (Lo mismo casi distinto)





Dai Sato es una de las estrellas del estudio Bones. Quizá su obra más sobresaliente al momento comenzó con los diseños mecánicos del "Optimus" Shouji Kawamori. Punto bueno. Después desarrolló una historia sobre el amor a primera vista y el amor a segunda vista.

Si surfear en el mar es un deleite de libertad, surfear en el aire es la última expresión de la abolición de las reglas. Mucho más peligroso en más de un sentido es, también, mucho más liberador.

Surfear es una actividad nativa, no es para nada un deporte civilizado, mar y tierra se unen en el flujo de la vida: la cresta y el valle.


Eureka 7 (Kyoda-Sato, 2005) es una serie efectista, recurre a viejos trucos para lograr la empatía del espectador, la voz en off de una narración melancólica, las tremendas tribulaciones que culminan en un mayor acercamiento. El machacamiento del dolor sobre los protagonistas para que resurjan fortalecidos. Pero el destino ahí está.


El pecado de Eureka 7 no está en su animación promedio, quizá un poco más arriba, no está en la banda sonora que tiene incluso algunas buenas canciones. Si hay algo que criticar de esta serie es que peca de querer tratar todo: problemas ecológicos, económicos, raciales, sociales, políticos, de salud, la relación entre padres e hijos, relaciones de pareja, relaciones entre amigos, culpa, guerra entre otras cosas. Con todo y que son 50 capítulos la anécdota no da para tanto de tal suerte que la trama se retuerce hasta llegar a un final bastante forzado.


Ahí están las historias de Ray Bradbury en la trama, los conceptos de Isaac Asimov en el corazón de asunto así que original que uno diga qué original no lo es.


Sin embargo, uno no puede sino sentirse empático por el hijo de un gran hombre quién ha nacido también para ser un gran hombre aunque él mismo no lo crea. No puede uno sino conmoverse con una chica de cabello azul claro (faltaba más) que de una situación semi-autista encuentra el sentimiento más poderoso que existe en el ser humano: el amor.


No puede uno dejar de ver a un grupo de renegados rockeros que terminan siendo todo menos eso. No puede dejar de ver a un gobierno tan inepto como salvaje. Y por supuesto más adelante al gran líder carismático que basa su encanto en su locura personal.


Si el señor Sato se hubiera dedicado a tomar tan solo un par de conceptos y basado la serie en ellos, con ese universo tan fascinante que inventó, estaríamos hablando de una serie fantástica. Pero no fue así y por meter tantas cosas en su jarrito terminó dejando huecos argumentales que en una serie de 50 episodios son imperdonables. Pero ¡qué importa!, dirán algunos, lo interesante es disfrutar esa historia de amor al estilo de la ciencia ficción clásica, esa historia de amor al estilo de la dramaturgia clásica.


Que vano y común escuchar a Renton decir “Si en ese momento, al verla junto a mi flotando en gravedad cero, hubiera sabido cómo iba a terminar esta historia, hubiera dicho algo” y sin embargo no puedo olvidarme de esa frase que he escuchado tantas veces. Al final de cuentas eso es Eureka 7 lo clásico, y hay que aceptar que lo clásico, difícilmente pasa de moda.

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