La necesidad de conexión

La costumbre es cómoda pero también muy complicada. El acostumbrarnos a algo o a alguien puede tomarnos unos cuantos minutos o quizá nunca podamos hacerlo. A veces queremos acostumbrarnos a algo otras veces no lo deseamos. Pero todo lo que se encuentra a nuestro alrededor es sujeto de costumbre, las personas, los autos, los camiones, el teléfono, la comida, todo lo que hace nuestra vida cotidiana. La continuidad es un prerrequisito para la costumbre.

Lo más curioso es que hay cosas a las que estamos acostumbrados y ni siquiera nos damos cuenta de ellas. Por ejemplo la televisión, o la computadora. Inventos de hace poquísimo tiempo que ahora se vuelven indispensables. Hace unos años era inimaginable pero ahora el estar en una habitación o una casa sin televisión es como estar en un sitio de tortura. Una de esas cosas por las que podrían acusar a los padres de maltrato familiar o al esposo de abandono de hogar, porque la luz de la casa es la caja mágica, y nada más.
El simple bajarle a una palanca para que en curioso movimiento circular desaparecieran nuestros desechos corporales era, hasta hace algunos años, un beneficio al que solo las riquísimas castas acomodadas de las grandes y riquísimas ciudades tenían acceso. Hoy por hoy, es una situación rutinaria a la que muchos de nosotros no prestamos la mayor atención.

Acostumbrarnos a las cosas, incluso a las situaciones difíciles es una de las más interesantes habilidades del ser humano. Le permite vivir en muchos ambientes y sobrevivir en condiciones muy adversas, aunque físicamente no podemos modificar nuestro cuerpo mentalmente tenemos la capacidad de modificar mínimamente nuestro entorno y en ocasiones tan solo la percepción de dicho entorno lo cual puede ser lo único necesario para que podamos sobrellevar cosas y eventos de otra forma fatales, insoportables.

Todo esto está muy bien, pero también en ocasiones es recomendable hacer un análisis de las cosas accesorias y las cosas esenciales, porque la costumbre por si misma no hace a nada indispensable. En otras palabras, podemos estar acostumbrados a algo pero ese algo puede no ser indispensable para nuestra vida. La TV es una costumbre sobrecogedora pero está comprobado que se puede existir sin ella, lo mismo el teléfono, los videojuegos, el auto.

Lo esencial, las cosas a las que estamos apegadas no por costumbre sino porque significan el cordón umbilical de nuestra fuerza de vida, son más primitivas: comida, amor, abrigo, salud. Quizá las podamos contar con los dedos de una mano y nos sobrarán dedos.
Esas cosas hay que cultivarlas, apreciarlas, disfrutarlas. Las demás cosas son simplemente costumbres, hábitos que nos pueden ayudar a tener una vida más plena sin embargo no son indispensables para que disfrutemos de ella y por lo tanto, el que las tengamos o no, no debiera ser motivo de conmoción.

Hoy por la mañana no tuve internet. En lugar de rasgarme las vestiduras me asomé a la ventana a ver un amanecer de otoño brillante y fresco y a pensar que las costumbres por más agradables o útiles que sean no se comparan con lo verdaderamente importante como platicar con ustedes mientras los árboles me miran con tonos rojos y ocres.

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