La imagen en código -parte 4-



Alejandro E Robledo, es decir mi cuasi homónimo, y a quien llamaré de aquí en adelante Robledo para evitar confusiones, fue a ver a Marina para hablar sobre la posibilidad de hacer un manual para su área. No era algo extraño y aunque era algo irregular que alguien fuera hasta su cubículo especialmente para eso y sin cita, ella no le dio mucha importancia. Lo refirió a mí, para que agendáramos una junta (¡olvidándose completamente de que no tenía computadora :P!) pero principalmente ella no quería perder su valioso tiempo con él.
-¡Tocayito!- Me dijo Robledo extendiendo la mano.
-Tocayo ¿cómo está?- Conteste después de estrecharla.
- Pues aquí miando- ¿Te cae que es lo más simpático que se te ocurrió? Pensé pero en cambio contesté:
-Perdón, creo que no te escuché bien-
- Pues aquí me (pausa de un segundo) ando- XD
-Ah- Exclamé más bien como un murmullo de tristeza ante la estupidez.
-¿En qué te puedo servir?- Continué cansado ya de esta conversación sosa.
Acto seguido me comentó la necesidad de su manual y que agendará la junta para su diseño a lo que respondí que lo haría en cuanto llegará la computadora provisional que me asignarían.
-¿Qué le pasó tu compú?- Seguramente tendría que contestar esta pregunta en múltiples y frustrantes ocasiones en los días por venir así que estuve pensando en una buena respuesta que no diera pie a más preguntas.
-La cambié por una botella de tequila ayer- Robledo me vio de manera dubitativa, pero no preguntó más. Nos despedimos y cuando ya se iba, regresó y me preguntó
- Por cierto ¿todavía sigues recibiendo correos para mí?-
- Muy de vez en cuando, pero siempre te los reenvió-
- Ok, gracias tocayo. Disculpa la lata, pero es la cruz que tenemos que cargar por tener un nombre tan hermoso- Totalmente le di la razón.
Párrafos antes mencioné que iba a platicar de unos eventos que no presencié pero como el lector avisado se dio cuenta comencé a hablar sobre una conversación con Robledo, en la que, de verdad lo espero, sí participé conscientemente. Así que ahora, sin dilación, platicaré sobre los hechos que no presencié.
Esta parte si fue como de las películas: Héctor Hernández dejó la planta a las 7:26 pm. Antes de subir al auto le habló a su esposa para decirle que ya iba en camino. Aunque no era un hombre particularmente fiel, sabía que a su esposa le daba cierta seguridad el que le hablara de manera regular para platicar sobre los niños, sobre problemas en el trabajo o sobre las cosas que debía de comprar camino a casa. Nada de esto le era particularmente interesante a Héctor pero era el precio de tener una vida normal y exitosa. Subió en su Audi A6 pero nunca llegó a su hogar. Al detenerse en un semáforo, a las afueras del parque industrial, tres camionetas le cerraron el paso una a cada lado y la otra por atrás. Hubo cuatro disparos extrañamente silenciosos, tres hombres bajaron de las camionetas y sacaron el cuerpo del Audi, lo subieron a la camioneta de la izquierda y uno de ellos regresó para manejar el sedán. Con la luz todavía en rojo, bajó los cristales estrellados por los disparos y dejó que el aire tibio de la noche bañara los asientos de piel. Cuando la luz se puso en verde con flecha las camionetas de los lados tomaron las calles perpendiculares y la camioneta trasera y el Audi siguieron derecho hasta la siguiente cuadra en dónde la camioneta dio vuelta a la izquierda y el A6 hizo lo mismo 3 cuadras más allá.

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