Reflexiones de un retiro musical


Nunca fue mi amiga y seguramente nunca lo será, a pesar de que me parece tenemos muchas cosas en común, sin embargo tener miles de amigos en Facebook usualmente te impide diferenciar entre los conocidos, los fans, los amigos potenciales y los acosadores virtuales.

Hace un par de semanas leí en un mensaje al azar que Nubia Mashushe se retiraba de los escenarios de la música japonesa en México para hacer otras cosas de mayor relevancia en su vida futura. Por algunos de sus mensajes me parece que está estudiando medicina, que sabemos, es una disciplina que exige muchísimo de los estudiantes. Además supongo que un médico titulado y profesional no te puede exigir que te tomes una aspirina por la mañana y por la noche lo veas cantando “Phantom Minds” en un lenguaje que es tan críptico con la letra en sus recetas.

Dos cosas y ahora tres conforman las intersecciones temporales entre Nubia y su servidor. La primera cuando la vi cantando Discotheque en un video en Youtube. Si hay alguien que físicamente no parece una idol es ella, fácilmente mide 1.75m mientras que una de sus intérpretes favoritas: Nana Mizuki seguramente apenas llega al 1.60m. De hecho las búsquedas en Youtube de Discotheque traen a Nubia justo por debajo de su intérprete original. La primera seiyu en lograr un número uno en las listas semanales de ventas del Oricon. Creo que para alguien que vive en un puerto mexicano y canta por simple amor al canto, no es un logro nada menor que en el mundo virtual pueda compartir la misma marquesina con una estrella rutilante del mercado musical nipón.

Ese encuentro virtual me empujó a suscitar otro encuentro menos unilateral. Yo había estado trabajando por varias semanas en la transliteración de una canción y como me pareció que no había hecho un mal trabajo me atreví a mandársela y a pedirle que la interpretara. Me contesto, unos días después dicíendo que usualmente no cantaba canciones en español pero que en esta ocasión pensaría en hacer una excepción. Yo me sentí bastante halagado hasta que entendí que en realidad nunca la iba a cantar. Parte de la responsabilidad de ser una “idol” tamaulipeca consiste en no desilusionar a nadie. Lo cual es muy difícil. Hay tantas personas (sobre todo chicos) que se rinden ante los encantos de una diva de internet, y cada uno con diferentes expectativas y formas de pensar que resulta una tarea titánica mantener la esperanza encendida en cada uno de ellos. Nubia hacía esto muy bien, no solo se paraba en el escenario e interpretaba (una de las pocas que interpretaba en japonés) sino que era una experta en darse a desear, como lo demuestra su actividad en Facbook en dónde con los más simples comentarios causaba enorme revuelo entre sus asiduos seguidores. De sobra está decir que ese par de mensajes que intercambiamos fue nuesto único contacto real.

Nuestro tercer punto de encuentro es esta nota. Porque su retiro me hizo preguntarme si realmente el ser un generador activo de la industria de la animación y la música japonesa en occidente está reñido con ser un profesional serio y respetado. ¿Se podrá hacer una micro cirugía cerebral el viernes y el sábado cantar sobre un escenario con una minifalda de holanes la canción de Cosmic Love (You know I just give you my heart... secret heart!!)? ¿Se podrá a medio día escribir sobre una idol que se retira y por la tarde conducir una junta sobre las finanzas de una corporación multinacional? En Japón muchas personas trabajan en la industria de la animación, desde los explotados dibujantes y ayudantes hasta los grandes directores y mangakas, haciendo una fortuna para las grandes empresas multimedios. No me imagino a la esposa del fallecido Satoshi Kon criticándolo porque dibujaba monitas desnudas (para crear varias de las películas animadas más inquietantes en la historia del cine). Claro que la diferencia entre el maestro Kon y Nubia y yo es abismal ¿Será entonces necesario cambiar? ¿Dejar de pisar los escenarios y callar? ¿Cuál es la verdadera diferencia (además de lo obvio) entre Watanabe, Ano, Araki, Shinbo y Nubia y yo? A Nubia le deseo lo mejor, siempre que escuche Dicotheque de alguna forma recordaré su interpretación, ¿no es acaso esa la aspiración de un verdadero artista, permanecer en la memoria? Hay aficiones que dejamos satisfechos cuando les llega su tiempo y otras que permanecen clavadas como una espina en la memoria y que cuando las extirpamos dejan una cicatriz de dolor perenne. De corazón espero el caso de Nubia sea el primero.

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