La incongruencia de la honestidad 3

Seguiré hablando de esas mujeres perfectas que se aparecen en los sitios de citas, porque me sorprende en sobre manera la forma en que se teje un engaño tan delicado. El texto que describe su perfil está diseñado de tal modo que combina en partes iguales, desamparo e independencia. La foto por su parte es bella pero nunca en demasía lo que inconscientemente te brinda casi la confianza de que es real.



Me sorprende mucho la habilidad del engaño, quienes urden este tipo de estafas se deberían de dedicar a escribir novelas, porque son capaces de crear personajes entrañables de una fotografía que sabrá Dios de dónde habrán sacado. Su imaginación ya la quisieran los diseñadores de juegos de citas. Porque las chicas que estos estafadores crean son prácticamente humanas tan humanas que es ahí donde caen en la fantasía y en la siguiente entrega ya platicaremos que clase de chicas son las que realmente se inscriben a este tipo de sitios, pero volvamos con la chica perfecta.


La última que recibí, que por cierto y la borraron antes de que se me ocurriera copiar el perfil, era una chica rubia y en una de sus fotos estaba enfundada en un vestido rosa ajustado con sus pies apenas mojados por las intermitentes olas del mar con un mínimo ocaso a sus espaldas que lo único que hace es no permitirnos ver claramente su cara.


Al recibir el primer mensaje es muy fácil pasar por alto, por la emoción, de que realmente no dice nada de nosotros. Es algo muy genérico que sin embargo tiene la inteligencia de parecer personal. En este caso decía algo así como “Disfrute mucho tú perfil ojalá te puedas comunicar conmigo a esta dirección”, el pretexto de cambiar de método de comunicación puede ser porque no es un cliente fijo del sitio, porque su suscripción está por concluir, porque te quiere conocer mejor, etc. El objetivo final es obtener tu dirección de correo para después mandarte un correo más dónde te dirá que le gustas mucho y te mandará a su página de internet dónde solo encontrarás algunas fotos. Un correo más te dirá que le gustas mucho y que veas otra página de internet que está haciendo para ti, por supuesto para esa página tendrás que pagar y tú lo harás por verla, complacerla, etc. Y listo, el asunto puede terminar contigo pagando una cuota por un sitio porno en el mejor de los casos o bien robándote tú identidad y con ella el dinero que les sea posible.


Así termina una historia de amor, como la mayoría de las historias de amor: imposible. Me parece fascinante y triste a la vez como a alguien se le ocurrió sacar fruto de esto. De la necesidad de amor. Y como a alguien se le ocurrió tramar el engaño correcto para llevar a los enamorados al matadero. Alguien podría argüir, con bastante razón, que un hombre que responde y sigue ese tipo de correos realmente no es un enamorado sino un varón concupiscente que busca saciar sus deseos carnales. Que son las hormonas y glándulas las que se mueven tersas por este mar de mentiras eróticas y son ellas las que al final se aseguran de que el precio del sexo se estipula y se paga en dólares.


Pero así como las redes de los pescadores no pueden identificar el tipo de peces que atrapan, estas redes emocionales capturan enamorados y concupiscentes por igual. A los segundos, puede, quizá, probablemente, que les quede una lección aprendida una vez que al final hayan descubriendo la urdimbre o quizá simplemente hayan descubierto un camino nuevo para saciar esa hambre. A los primeros muy probablemente se les habrá roto el corazón una vez más.

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