La imagen en código -parte diez-
Llegué sin
avisar y la encontré pijama ¡Sí! Pasamos a la sala, le conté la historia, me
puse vulnerable, comenzamos a besarnos y a punto de llegar al momento álgido me
empujo, nos separamos volvió a verme a los ojos y volví a poner mis manos entre
las suyas y volvió a preguntarme:
-¿De verdad
no me ocultas nada?- ¿ya sabía lo de mi cita con Brenda? No lo creo fui muy
cuidadoso, nadie nos había visto, o quizá alguien nos vio a lo lejos, fui
descuidado y ¿si lo confieso a ahora será un buen momento para tener
clemencia?, no, no, no nadie nos vio ella no sabe nada.
-Claro que
no mi amor- Dije con voz tierna y algo ofendida.
-Muy
bien-Dijo con una sonrisa enorme
-Ahorita
regreso- Se fue al baño y yo aproveche para irme a su cuarto. Lo crean ustedes
o no, nunca había entrado a su cuarto y para aquellos quienes estén leyendo
esto solamente por los detalles eróticos confesaré que nunca habíamos tenido
contacto físico más allá de besos y caricias mustias (como dice la canción).
Así que fue más que razonable el que me haya levantado cuando escuche que cerró
la puerta y me haya dirigido a su habitación, igual de razonable fue que abriera
algunos de los cajones y tomara sin pedir permiso las pantaletas más llamativas
que pude encontrar. Iba de regreso a la sala de manera muy sigilosa cuando me
di cuenta que sobre una mesa había un montón de billetes de mil dólares. Me
quedé inmóvil, me acerque a verlos y tocarlos, yo nunca había visto esos billetes
antes pero se veían y sentían bastante reales, con mucho miedo busqué su
teléfono sin encontrarlo. Se escuchó la descarga de agua del excusado y yo no
pude salir de su cuarto. Ahora que lo pienso ese sonido, el agua que empuja al
drenaje los desechos, resulta bastante apropiado para la situación que estaba
viviendo, claro que en ese momento no lo aprecié así.
Cristina
apareció en la puerta del cuarto con cara de asombro
-Vine a
buscar tu celular porque necesito hacer una llamada y el mío ya no tiene batería-
-Si quieres
te presto el cargador- Lo dijo mientras apretaba con fuerza el teléfono que
traía en la mano.
-Préstame
el celular no me tardo nada- Forcejeamos un poco, en otras circunstancias
pudiera haber parecido que estábamos jugando, pero aplicábamos más fuerza de la
necesaria a los movimientos y teníamos un brillo de decisión en nuestros ojos.
En general
los hombres somos más fuertes que las mujeres. Le arrebaté el teléfono por fin
y ella dejó de pelear. Había mandado un mensaje mientras estaba en el baño
decía sencillamente: “está aquí”. En circunstancias normales me hubiera quedado
a preguntarle ¿qué estaba pasando? Pero estas estaban lejos de ser
circunstancias normales. Quizá a ustedes les parecerá estúpido lo que hice y
bajo las premisas de cualquier obra de suspenso y acción es sin duda muy tonto.
Pero en la vida real dónde es necesario sencillamente un “mal golpe” para
perder la vida, en la vida real donde te haces del baño del dolor cuando te
sacan las uñas o te dan choces eléctricos en los testículos. En la vida real
cuando uno está en peligro: corre.
Salí
corriendo del departamento y del edificio y no miré atrás. Corrí hacia el lugar
más desierto y escondido que pude encontrar. Jadeando y llorando me senté en un
rincón oscuro de la ciudad. Me imagine que el que hubiera mucha gente no habría
de ayudarme. Si alguien quiere matarte te mata enfrente de 1 o 1000.
Traté de
tranquilizarme. En mi cabeza resonaban todo tipo de dudas. Traté de convencerme
de estar inventando todo aquello, posiblemente era la falta de sueño. Seguro
estaba exagerando, pero el dinero, el celular, mi casa, todo parecía coincidir
de una manera macabra. –El celular- pensé, y abrí el mío y le quité la batería
y el chip. No los tiré, dentro de mí todavía una parte se negaba a que esto
estuviera sucediendo. Fui a una tienda y cambie un billete en monedas para el
teléfono. Tuve que encender brevemente el celular para buscar el teléfono del
agente Jasso e hice mi mejor esfuerzo para memorizarlo.
Comentarios
Publicar un comentario