El paso imposible (primera parte)
La hermana de Felipe tenía tan solo cinco años, era una niña de piel aperlada, cabello negrísimo y de una risa fácil excepto cuando practicaba ballet. Entonces, sus ojos chisporroteantes se transformaban en tizones fijos. Por eso no le extrañó a Felipe que cuando su mamá dijo a la hora de la comida que no podría llevarla a la clase de esa tarde, la niña volteara hacia él. Usualmente inmune a las peticiones de una pequeña que le encantaba pedir por pedir, en esta ocasión ni siquiera le permitió preguntar. –Yo la llevo-, dijo, sin dejar de prestar atención a su plato. Quiso dejar a la imaginación la cara de su hermanita. Sonriente o seria, por lo menos estaba seguro de que estaba agradecida. Cuarenta minutos y un camión más tarde, ambos se encontraban en frente de la escuela. Felipe se sentó en el sillón negro de la entrada y se disponía a leer Cronicas Marcianas de Ray Bradbury cuando la recepcionista: una señora de 30 y tantos años y cabello pintado de rubio le dijo que hacía poco t...