La omisión por cercanía
Hay días en los que no me quiero ver al espejo. Aunque mis estimados lectores no lo crean, en efecto existen esas jornadas en que incluso yo, que soy reconocido entre todo tipo de damas como un rostro irresistible, un cuerpo escultural y de una caballerosidad magnética. Incluso yo, no me quiero ver al espejo algunos días. Podrá sonar falso pero la belleza también cansa y de tanto mostrarla va agotando al espectador. Me imagino que es precisamente esta causa por la que los habitantes de una ciudad no visitamos o siquiera conocemos los atractivos turísticos de nuestra propia ciudad. En algún tiempo de mi vida hice migas con una chica quien se vanagloriaba de viajar frecuentemente. Y en efecto, cuando le preguntabas la ruta de tren que había que tomar para llegar al centro de París ella respondía casi inmediatamente ante la mirada atónita de quienes escuchaban y cuya máxima experiencia turística consistía en ir en semana santa a Puerto Vallarta. Yo no me incluyo en ese grupo porque a...