La imagen en código -parte 8-
Eran las 11
am cuando llegué a casa a cambiarme para ir al trabajo. Mis papás me habían
mandado mensaje para decirme que se encontraban en camino para ir a ver a la
tía. Abrí la puerta y no daba crédito a lo que vi. Nada, pero absolutamente
nada estaba en su lugar.
No creo que
valga la pena narrar lo que aconteció después, sonaría a queja y además poco
aportaría al núcleo de esta historia. Baste la conversación final como muestra
de las muchas que tuve similares durante las 4 horas que duró, a lo que se le
llama la “diligencia”.
-Ya ve
joven, todo por dejar la puerta abierta-
-La puerta
no estaba abierta-
-Mire si la
puerta está abierta no podemos proceder legalmente, creo que se llama cláusula
al descuido-
-Se lo
suficiente de leyes para saber que eso no existe-
-Mire joven
estamos tratando de ayudar pero si se va a poner prepotente pues mejor ahí le
dejamos-
-Lo único
que le estoy diciendo es que no importa si deje o no la puerta abierta, ustedes
tienen que proceder legalmente-
-Ya ve
joven ya confesó que dejó la puerta abierta, mejor díganos la verdad para
ahorrarnos tiempo, si fue un auto robo y nos dice ahora ahí la dejamos y no lo
metemos a la cárcel, pero si procedemos y nos enteramos después le doy mi
palabra que lo refundimos por dos años en el bote-
-Saben qué,
les agradezco que hayan venido pero no pondré demanda-
-Qué bueno
que entró en razón joven, ya ve, hablando se entiende la gente. Le recomiendo
que no se meta en problemas para evitar cosas como estas en el futuro. A los
jóvenes se les hace fácil meterse en las drogas, pero ya ve, esto es lo que
pasa y después quieren que la policía arregle estos problemas, ptss-
-Gracias
por venir y por sus consejos que tengan buena tarde-
Siempre he
tenido una tolerancia bastante alta ante el desorden, pero el ver cristales y
sofás destripados me llenó de una tristeza terrible. Todo esto lo habían
comprado mis papás con mucho esfuerzo durante toda su vida y la mayoría estaba
inservible.
-Cuando no
llueve, llovizna- pensé mientras me reía agriamente. Fui a casa de doña Coco y
le dije que por favor me ayudara (bajo comisión, por supuesto) a poner en pie
la casa.
Ya eran las
4pm, así que por fin recordé hablarle a Marina a quien le expliqué lo
acontecido y aunque no puso objeción era palmario en su voz que no me creía
absolutamente nada, si no me creía lo del robo del auto menos me creía hubieran
registrado la casa. Y cuando pensé en la palabra registrado por fin me di
cuenta de algo que, por todo lo que pasó, me había pasado desapercibido. No
faltaba nada en la casa. Ni los electrónicos chinos, ni la contada joyería de
oro y plata. Conforme recogíamos, me daba cuenta que todo aparecía. Así que
esto no fue un robo, alguien en verdad “registró” la casa. Por supuesto esto no
hacía ningún sentido ¿Qué podrían esperar encontrar en mi casa? ¿Las revistas
playboy debajo de la cama? Que por cierto no tengo porque hace años me las
encontró mi mamá y me las tiró. Todo esto era muy extraño.
Apenas se
había ido doña Coco y llegó Cristina con blusa blanca, falda verde marino,
cabello suelto y un perfume que sin presumir reconocí como Mademoiselle de
Chanel. Me abrazó, nos besamos y me preguntó qué había pasado, le dije que no
sabía me tomó de ambas manos y me miró de frente
-Si
estuvieras escondiendo algo de los demás me lo dirías a mi ¿verdad?-
-¿eh? ¿Cómo
que tuve una cita con Brenda a tus espaldas? ¿Cómo que me gusta mucho la chica
que acaba de entrar al trabajo? ¿Cómo que dudo en casarme contigo?- Pensé
-Claro que
sí, mi amor- Dije mientras me acercaba para besarla. Ella se hizo para atrás y evadió el beso.
-Eso
espero- Y se fue. La sala todavía olía a Chanel. Mujeres.
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